Como consecuencia de las guerras mundiales, fue necesario definir los derechos humanos universales para establecer un umbral por encima del cual un proceso político-histórico sería condenado por el resto del mundo como responsable de crimen de lesa humanidad. En los años ochenta, la democracia quizás haya sido la idea más fuerte que la URSS no pudo contrarrestar en la época de su evidente decadencia. Hasta en Cuba se denunciaba que la verdadera democracia era aquella que aseguraba a sus ciudadanos un mínimo de servicios públicos por debajo de los cuales la libertad era sólo una quimera (salud, vivienda, trabajo y educación).
De este modo, estos conceptos, a pesar de su gran ambigüedad, empiezan a estar en “boca de todos”.
Desde los noventa, ante la emergencia de un mundo global, el desarrollo local es uno de los conceptos que se agregan a esta lista. En principio, es la manera que el Estado central, incapaz de atender a todas las demandas sociales, encuentra a bien “soltarle las manos” a instancias más básicas de decisión para que, desde allí, se generen sus propios mecanismos de canalización de los reclamos ciudadanos. Por otra parte, es una manera de potenciar las ventajas comparativas que un espacio local presente por su naturaleza, por su estructura social, política o económica.