
Hace 7 años Alemania comenzó un proceso de estrategia de alta tecnología que apunta a un futuro cercano donde la automatización reinará en total independencia del aporte que pueda dar la mano de obra humana. Informalmente se conoce a este hecho como el inicio de la 4ta revolución industrial, denominación acuñada por Klaus Schwab en el libro que lleva ese nombre de 2016. ¿Qué tiene que ver esto con la ley de teletrabajo y con el contexto de pandemia que forzó su tratamiento acelerado? A decir verdad, un poco todo. Así como la pandemia desnudó falencias del estado en muchas áreas, y más agudamente en el área social, echando luz sobre una red de contención social incompleta, aunque con capacidad de adaptación y efectividad; en el aspecto del trabajo, nos puso delante el retraso del andamiaje reglamentario con el que conviven día a día los empresarios y las personas trabajadoras en la Argentina, con leyes pensadas para una realidad dos revoluciones industriales atrás.
Para entender este retraso es necesario mirar atrás. Primero casi 4 siglos hacia el pasado para entender las distintas etapas de las revoluciones y casi 50 años para ver el problema local. Por el lado de las revoluciones, la mecanización de telares, la máquina de vapor, revoluciones demográficas y políticas del siglo XVIII fueron los protagonistas de la primera revolución industrial que se solapa con la segunda por la llegada y masificación de la electricidad hacia fines del XIX. Estos avances, que achicaron el globo con la masificación del tren, barcos frigoríficos y la llegada del automóvil, tienen un hiato en el periodo de guerras mundiales. La tercera revolución se da a partir de la segunda mitad del siglo XX con la llegada y masificación de la electrónica y las tecnologías de la información y la comunicación (TICs). Estas últimas tuvieron un desarrollo dispar, y entre los países en desarrollo y los subdesarrollados ha habido que esperar décadas para que el precio baje a un punto en que se igualen. La cuarta revolución se produce cuando se da un quiebre en la velocidad en los que se producen los cambios tecnológicos entrando al siglo XXI. Aquí es cuando la posibilidad del teletrabajo, ya no asincrónico, comienza a ser una realidad y la posibilidad de globalidad en la producción no es solo de acceso para grandes empresas y alcanza a los individuos conectados en red.
La pandemia desató la necesidad de regularizar una metodología, el teletrabajo, a la ley de contrato de trabajo vigente en la Argentina. Esto resulta importante para que, por ejemplo, no se den situaciones donde dos empleados de una misma empresa, llevando adelante una misma tarea tengan los mismos derechos. Esta estructura es algo rígida, y no se lleva muy bien con la dinámica que describimos en la evolución y los sucesivos cambios recientes en las industrias, en particular la que está enmarcada dentro de lo que se llama “Economía del Conocimiento”. Esta rigidez afecta también otras industrias más tradicionales y que no eran vistas como “teletrabajables” pero que tienen mucho potencial como la educación, o la investigación.
Hacer encastrar un círculo y un cuadrado es algo complejo, y es un poco lo que sucedió en esta ley de teletrabajo. La ley de contrato de trabajo fue promulgada en 1974 y llevada adelante pensando en un mundo incluso previo a la tercera revolución industrial, con estructuras rígidas y verticales. Hoy el mercado de trabajo es mucho más horizontal y no necesariamente se desarrolla todo en un mismo lugar, más bien lo contrario. Tomando en cuenta estos puntos fue que en nuestro proyecto de ley aportamos una postura más flexible, en particular en cuanto a la reversibilidad o la igualdad de género. Frente a estas opciones se encontraba el inflexible marco de la ley de contrato de trabajo, y un proyecto de base que tomó el oficialismo mucho más cercano a esa postura.
Las falencias del estado muchas veces obligan a legislar hacia atrás, dando por resultado leyes que pronto necesitan cambios. Incluso en este caso el juego del Senado como cámara revisora tuvo poco recorrido frente a una mayoría abrumadora. El producto es una ley que mejoró mucho en el proceso legislativo, en su paso por la comisión, pero que en algunos puntos claves para la promoción o despliegue del teletrabajo va a necesitar cambios en el corto plazo.
Frente a estos cambios la Unión Cívica Radical tiene la posibilidad de dar un paso al frente y ser la voz de sectores dinámicos, que surgen de este nuevo juego económico. Sectores emparentados a la educación, a la tecnología, al emprendedurismo y al futuro. Espacios novedosos, en ideas y visiones. Es, para un partido más que centenario, un desafío, pero un hermoso desafío, que encuentra en sus tradiciones una raíz, ser la voz de quienes impulsan los cambios determinantes.
* La autora es Diputada Nacional Evolucion-UCR por CABA.