Iván Beletzky es, desde comienzos del 2020, Vicepresidente del Lebensohn. Se define a sí mismo como una persona que busca ayudar a transmitir conocimiento y a generar sentido crítico. La docencia, para él, es más que una profesión o un oficio, “es un sentido de la vida y una forma de ser”. Esta vocación, así como su historial profesional y académico, refuerzan un perfil cuya experiencia aporta dinamismo a los objetivos de la Dirección de Capacitación del Instituto, área que lidera desde el 2013.

P: Cuando comenzó el año seguramente no esperaban tan agitados meses, ¿qué balances hacés de la primera parte del año?
IB: El balance es muy positivo en el marco de meses tan complicados. Desde fines del año pasado, pensábamos relanzar al Lebensohn tanto desde su estética, como de sus redes sociales y su página web. También buscábamos ampliar la oferta docente, desarrollar nuestro eje propositivo y profundizar nuestro trabajo territorial. Todo eso pensábamos lanzarlo en marzo: el 19 de marzo se decretó la cuarentena que, obviamente, torció nuestros planes. No obstante, el motor venía encendido y nos movimos rápidamente: adaptamos nuestra veintena de cursos presenciales a la modalidad virtual y agregamos nuevos talleres y conversatorios. Desde abril hasta julio participaron más de 2000 personas en más de 50 eventos, entre cursos, conferencias, conversatorios y talleres.
P: La nueva normalidad impide las tradicionales giras por el país que venía llevando adelante el Instituto desde sus inicios, ¿cómo creés que afectó este contexto al área académica?
IB: Afectó tanto positiva como negativamente. El Lebensohn es una organización en donde la formación académica es un eje fundamental pero no dejamos de ser una organización política con ambiciones de transformar la realidad. Para nosotros, lo académico sin incidencia es pura especulación teórica. En este sentido, la falta de presencialidad nos afectó negativamente: no estar en el terreno nos resta incidencia. Sin embargo, hay un aspecto en que la cuarentena nos incidió de manera positiva: 52 instancias formativas, de discusión o reflexión en poco menos de tres meses es un verdadero récord y eso fue posible gracias a la virtualidad. En el mismo sentido, pudimos afrontar gran parte de la demanda que, por cuestiones logísticas, no nos hubiera sido posible bajo el formato presencial.
P: Además de las funciones organizacionales y ejecutivas que tenés, sos docente de varios cursos del Instituto, ¿cómo es dar clases en este contexto?
IB: Tiene ventajas y desventajas. Las ventajas, en el marco de nuestro objetivo de formación federal, es que no hay viajes cansadores, la biblioteca de casa está al alcance y que es posible llegar a un número más importante de participantes. Las desventajas: es que no hay viajes que nos permitan tomar contacto con idiosincrasias distintas y, en el hecho concreto de dictar un taller, es notoria la falta de dialéctica que siempre se da en la presencialidad. Por otra parte, lleva mucho más tiempo preparar una charla virtual y, eso, no sé si nota a la hora de dictarla. Y no lo sé porque la interacción es totalmente distinta.
P: Todo indica que deberemos seguir esperando hasta el 2021 para poder volver a compartir cursos presenciales, ¿qué perspectivas tenés para la segunda parte del año? ¿cómo se está preparando el instituto para afrontarla?
IB: En la segunda parte del año, seguiremos ofreciendo nuestra oferta de manera virtual, además se vienen firmas y refrendos de convenios que nos van a permitir llegar a centros educativos, municipios y otros tipos de organizaciones con distintas necesidades formativas. Por otra parte, pretendemos también desarrollar aún más nuestra arista de investigación y producción de artículos. Finalmente, estamos ya produciendo una serie de conversatorios para no desatender los interrogantes que surgen en esta situación extraordinaria.