Por Javier J. Vazquez*, Jorge Fantín** y Gabriel Giacobone***.
Hay un punto muy interesante en todo este revuelo que se generó por las notas varias que se hicieron en base a un texto de la IPCVA, como por ejemplo la publicada en La Nación Campo en donde según un análisis realizado por expertos del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (Ipcva) el informe de la NASA concluye que la Argentina es uno de los pocos países del mundo con balance positivo de carbono.” y que esto se debe sobre todo al tipo de ganadería que se genera en Argentina.
Luego de que varios periodistas pidieron aclaraciones a la NASA, el organismo norteamericano respondió que esa conclusión era errónea ya que en el estudio original solo se había analizado el flujo neto de CO2 (Dióxido de carbono) y que no había un recuento de CH4 (Metano), que es el gas que emite el ganado bovino durante su proceso digestivo, por lo que era imposible analizar puntualmente el impacto de la ganadería en el calentamiento global a través de la lectura del estudio publicado por la NASA.
Esto generó revuelo en algunos de los principales medios nacionales. Desde Clarín “Publicamos la nota confiando en una fuente habitual nuestra. Una vez que nos alertaron de que la información era errónea, decidimos despublicar la nota y pedimos disculpas por el inconveniente”, hasta La Nación, que por su parte, corrigió su nota modificando el título y el texto del artículo.
Sin duda es una situación poco feliz, por un lado, el IPCVA comunicó conclusiones que resultaron falsas, haciendo parecer algo que no era, forzando análisis y variables. Por otro lado, los medios reprodujeron sin chequear o sin analizar si la información era correcta o no.
Pero más allá de eso es interesante que el cambio climático llegó al debate público en Argentina con una fuerza inusitada. Desde el Observatorio de Desarrollo Sostenible del Instituto Moisés Lebensohn nos parece importante acercar herramientas para entender este fenómeno, el cambio climático, y sus impactos. Pero también proponer una visión: este fenómeno es el desafío colectivo más grande de la humanidad, porque requiere cambios sistémicos. Es decir, no sirve analizarlo solo en un continente, o en un país, o en un sector productivo; el cambio climático nos obliga a pensar más grande, mas interconectadamente, de manera planetaria y sistémica.
El informe de la NASA afirma que Argentina es carbono neutral, es decir nuestro sistema de pastizales, bosques y selvas absorbe todo el CO2 que emite nuestro país. Este dato, que solo se aplica a uno de los gases de efecto invernadero: el CO2, se construye en base a analizar el ciclo de carbono en nuestro territorio. En donde los pastizales son un elemento fundamental.
¿Qué son y por qué son importantes los Pastizales?
Los pastizales se caracterizan por ser grandes captadores de carbono, pero a diferencia de bosques o selvas, donde se reconoce fácilmente la biomasa captada en sus troncos y raíces, el claustro de carbono (el sumidero) de pastizales se encuentra en el suelo o en la cadena trófica que sustentan. De hecho, están especializados en eliminar gran cantidad de carbono a la atmósfera en los períodos de fuego, pero así y todos los suelos son potentes en material y nutrientes.
Las comunidades que sustenta un pastizal son grandes biomasas de herbívoros y entran tanto ganado como animales silvestres. De este modo estaríamos cambiando figuritas y siendo “neutrales” en carbono y en la dinámica ecosistémica, pero no todo concluye ahí.
El ganado que se encuentra en un potrero pisotea mucho el suelo mientras va comiendo, y si bien no es el estado del feed lot, cuanto más chica sea la parcela más compactado y sin material vegetal va a quedar, por lo que hay que traer pasturas de otro lado.
En ese momento comienza el desajuste eco sistémico: las pasturas se siembran en lugares que había otros vegetales, por lo que bajó la diversidad biológica de hierbas y consecuentemente de los organismos que se alimentaban de ellas. También se va en contra de pastizales naturales altos como espadañas, cortaderas, entre otros. Se sacan arbustos y hasta árboles que crecían naturalmente en manchones como talares, ñandubaizales, algarrobales, muy importantes para refrescar el suelo y permitir el ciclo de nutrientes esencial.
Por lo tanto, una cosa es el ganado alimentándose y viviendo en pastizales naturales, que, aunque reemplacen a los herbívoros nativos como ciervos, coipos, carpinchos o hasta los miles de invertebrados, el desajuste no es tan impactante.
Pero en el momento que se generan monocultivos, se mantienen los campos en las primeras etapas ecológicas sin dejar evolucionar el ambiente, se disminuya la biodiversidad y consecuentemente se degraden los suelos por compactación y/o desajustes de nutrientes, aún cuando los números de carbono den correctamente, estamos generando cambios importantes en nuestros ecosistemas y por ende en la salud del ambiente.
Pensar desde la complejidad
Como vemos el rol del ecosistema pastizal es complejo y de vital importancia, pero siempre y cuando esté en un equilibrio. Algunas preguntas que debemos hacernos al leer que somos Carbono Neutral: ¿Cuántas cabezas más de ganado soporta nuestros pastizales hasta perder la neutralidad? ¿Queremos exportar más carne?, ¿Es este balance de carbono resultado de que importamos muchísima energía en lugar de producirla con gas o petróleo?, ¿Cuánto de esta neutralidad se debe a que arrastramos 11 años de estancamiento económico?
Desde el Lebensohn impulsamos “La Agenda Ambiental como una Agenda de Desarrollo” una línea de trabajo en políticas públicas y de formación político-técnica para generar propuestas para resolver estas dicotomías; por supuesto que bregamos por el Desarrollo Sostenible, pero somos pragmáticos y por tanto pensamos y trabajamos con la realidad.
Este pragmatismo nos obliga a pensar desde la complejidad. Es por eso que dentro del Instituto trabajamos con una mirada sistémica y con instrumentos que nos permiten analizar las variables e indicadores productivos y económicos a gran escala a fin de buscar escenarios y balances incluyendo las diferentes actividades y todos sus impactos.
El desafío de lograr un crecimiento económico y social en armonía con el medioambiente no es tarea simple ni puede ser responsabilidad de una única nación o industria. Y si bien sabemos que hay regiones que concentran un alto porcentaje de la generación total de gases de efecto invernadero, también es cierto que los productos que allí se manufacturan se consumen en el resto del planeta, por lo que corresponde hablar de responsabilidades compartidas y, consecuentemente, de deberes compartidos a la hora de pensar y ejecutar soluciones sustentables de largo plazo para esta amenaza.
Como parte de las actividades llevadas a cabo desde el Instituto Lebensohn en relación con esta problemática, hemos realizado una serie de ejercicios con el simulador climático En-ROADS, un modelo basado en dinámica de sistemas desarrollado en conjunto por el think tank Climate Interactive, la Iniciativa para la Sustentabilidad del MIT y la firma Ventana Systems, con el que hemos podido evaluar el impacto de la actividad humana en la evolución de todas las variables que importan y definen el estado del clima en el planeta.
Este simulador, que contiene más de 14 mil ecuaciones y ha sido calibrado con un amplio rango de modelos sobre clima y energía de todo el mundo, permite trabajar con diferentes hipótesis y ensayar decenas de miles de políticas públicas e iniciativas privadas alternativas, accediendo en cuestión de milisegundos a proyecciones de la evolución de temperaturas, nivel del mar, calidad del aire y concentración de gases de invernadero, entre muchas otras variables, desde el presente y hasta el año 2100.
Si hay algo que resulta obvio ni bien se comienza a trabajar con el modelo, es que no hay una única variable o actividad humana capaz de resolver el desafío climático, por lo que más allá de lo comentado sobre la inexactitud de las conclusiones del IPVCA sobre el rol de la ganadería argentina en el efecto invernadero, no es menos cierto que esa actividad por sí misma no alcanza para explicarlo, como tampoco lo es la deforestación de bosques nativos con fines económicos, por señalar dos de las cuestiones frecuentemente criticadas por los ambientalistas más duros, si bien cada una de estas cuestiones afectan al medioambiente de diferentes maneras y deben ser atendidas.
Lo cierto es que para alcanzar las metas del Acuerdo de París no sirve enfocarse en una única actividad y esto surge claramente a partir del modelo.
Es más, si de la noche a la mañana todos los habitantes del planeta dejáramos de comer carne y se produjera una drástica reducción en la producción de gas metano, para el año 2100 la temperatura del planeta apenas se reduciría cinco décimas de grado, y si a esto le sumáramos una agresiva política de reforestación y prohibición de futuras deforestaciones, tan solo agregaríamos una décima más. El manejo de la tierra contribuye, pero no es determinante. Y lo mismo podemos decir acerca de las políticas de electrificación total del transporte público y ni siquiera una política que fomentara una drástica reducción en las tasas globales de crecimiento poblacional servirían de mucho. Otra vez, apenas una reducción de una o dos décimas.
Pero cuando exploramos combinaciones de diversas políticas, que comprenden impuestos al carbono, incentivos para el desarrollo de nuevas tecnologías para la captura de CO2, impulso a la sustitución de centrales de carbón por energías renovables y algunas otras iniciativas que por falta de espacio no podemos desarrollar en este artículo, vemos que el objetivo de Paris se alcanza con facilidad, evidenciando que la solución es sistémica y demanda la contribución de diferentes actores e intereses.
Vivimos en una gigantesca isla en medio del vacío del espacio y formamos parte de un sistema que no reconoce fronteras. Cuando hay sequía, esta afecta tanto al campo que tiene vacas como al que no las tiene y las temperaturas máximas complican la vida de la población urbana en la gran ciudad y en los poblados del interior. De diferente manera, seguramente, pero la complican.
Es imperativo entender la naturaleza sistémica del desafío climático y actuar en consecuencia.
* Javier J. Vázquez. Sociólogo, especialista en Desarrollo Sostenible. Actualmente DG de Restauración Ecológica en GCBA y Coordinador del Observatorio del Desarrollo Sotenible del Instituto Moisés Lebensohn.
** Jorge Fantín. Director Ejecutivo del Instituto Moisés Lebensohn. Director de la Maestría en Administración de Negocios y Tecnología de la Universidad Siglo 21. Experto en estrategia y finanzas, docente y consultor.
*** Gabriel Giacobone. Lic. en biología especializado en áreas protegidas y biodiversidad. Asesor de la Secretaria de Ambiente – GCBA, con vasta experiencia en gestión de gobierno.