
Durante el sábado 5 de noviembre desde el Lebensohn, y junto a la Fundación Argentina Porvenir, convocamos a una jornada de debate sobre el texto “La Agenda Pendiente frente a la Crisis Ambiental”, un documento técnico político redactado por 50 referentes en temas ambientales y de sustentabilidad de la Argentina. Los firmantes son un grupo heterogéneo en cuanto a sus posturas partidarias, trayectorias políticas y profesionales, pero todos con comprobable y vasta experiencia en sus áreas técnicas: desde la gestión pública, la gestión privada y el tercer sector; además de un compromiso a lo largo del tiempo en torno a la agenda ambiental.
En esta jornada se abordaron 3 de los 10 ejes temáticos del documento que entendimos como claves para pensar la agenda ambiental y el desarrollo económico de la Argentina: Energías Renovables, Economía Circular y Recursos Naturales.

La Agenda Pendiente frente a la Crisis Ambiental
Se eligió este documento porque comparte un espíritu de época: pensar la agenda ambiental como una agenda de desarrollo, algo que desde el Lebensohn venimos trabajando desde hace tres años. Por eso, en el Centro Cultural San Martín, con más de 100 personas en formato híbrido, debatimos y comenzamos a pensar cuál es la actualidad de La Agenda, las trabas y las oportunidades para los próximos 30 años. Se puede volver a ver el encuentro en este link.
De esta jornada recogemos algunas conclusiones técnico-políticas que nos parecen fundamentales para encarar los dos grandes desafíos que tiene la Argentina: por un lado, debemos adaptar nuestro modelo económico y productivo, nuestras ciudades y nuestra infraestructura a la inmensa amenaza que significa el cambio climático; por otro lado, debemos incorporar al 50% de la población que actualmente está desempleada o en la informalidad a un mercado formal y productivo de trabajo. Esto que parece una tensión o una dicotomía es posible resolver a través de un modelo de desarrollo sostenible. Es decir, buscar la intersección virtuosa entre adaptarnos al cambio climático y generar empleos.

Para lograr esta intersección podemos aprovechar nuestros recursos renovables para generar energía a lo largo y ancho del país; desarrollar la bioeconomía, para disminuir costos y generar innovación técnico-científica; impulsar la economía circular reduciendo basurales y rellenos sanitarios, entre otras líneas de desarrollo que, no solo permitirían reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que generaría puestos de trabajo, empleos verdes, que hoy no existen, de baja, media y alta calificación; aumentando nuestra resiliencia al cambio climático.
Siguiendo con esta línea, el manejo responsable de nuestros recursos naturales nos permitiría conservar ecosistemas necesarios para mitigar los efectos del cambio climático y hacer un uso más eficiente de nuestro capital natural que, de lo contrario, puede significar la dilapidación de nuestra última chance de encauzar al país en una senda de desarrollo.
Algunas conclusiones: liderar, modernizar e institucionalizar
Una de las convergencias de los tres paneles de expertos fue la existencia de privilegios en sectores productivos que impiden o dificultan las transiciones necesarias hacia la descarbonización de la economía, para una modernización hacia modelos más eficientes, digitales y circulares. Estos privilegios, ventajas, protecciones, subsidios, normativas, acuerdos o prebendas construidos para proteger y modelar un sistema productivo del siglo XX, hoy deben ser revisados, ya que son un ancla para poder avanzar hacia un desarrollo sostenible, digital y modernizador. Pero estas transiciones no son posibles sin liderazgos que incorporen la visión climática e instituciones que sostengan y hagan robustos los procesos de modernización.
La Argentina necesita liderazgos comprometidos con la agenda climática, que la incorporen en su matriz para pensar los próximos 30 años del país. El mundo del Siglo XXI, globalizado, hiperconectado y en crisis ambiental, está proponiendo un modelo económico bajo en carbono para poder continuar la senda de crecimiento y poder dar respuesta a las necesidades del planeta que ya cuenta con más de 8.000 millones de personas. Nuestro país necesita una propuesta de desarrollo en línea con esta idea global. No podemos imaginarnos “viviendo con lo nuestro”, desconectados del mundo, con energía, industrias y tecnologías del siglo XX, que dejaron de ser competitivas y que cada vez son menos demandadas por el mercado internacional.

En una economía baja en carbono, tanto por restricciones climáticas como por preferencias del mercado, la búsqueda de eficiencia en el uso de recursos naturales y la innovación en productos y servicios para que generen menos gases de efecto invernadero, serán los motores de la economía en el capitalismo venidero.
Tomando este análisis, el liderazgo modernizador de la Argentina debe estar acompañado por instituciones que permitan sostener las transiciones necesarias para incorporarnos al capitalismo global del siglo XXI, que deberá, no solo cortar con privilegios que demoran o impiden estas transformaciones; sino que tendrá que apalancarse fuertemente en la inversión en educación, formación técnica y profesional; en ciencia, tecnología e innovación, y proponer nuevas reglas de juego para que industrias que están emergiendo como los biomateriales, la economía circular, la biotecnología, energías renovables y electromovilidad, entre otras, crezcan y se consoliden rápidamente para alcanzar el ritmo general de la economía global y generen los empleos nuevos, verdes y formales que necesitamos para activar de manera sostenible la economía argentina.
Tenemos con qué
Hoy nuestro país tiene una gran oportunidad, está un poco demorado, pero aún hay tiempo para evitar quedar afuera de esta nueva actualización del capitalismo global. Se abre una ventana de oportunidad para nosotros: contamos con recursos naturales, como el gas licuado, para que otros países lleven adelante su transición. Además, tenemos litio para impulsar la electrificación; y un complejo agroexportador que, con innovación y tecnología, puede generar alimentos para millones de personas con bajas emisiones. También tenemos los recursos humanos para los desafíos tecnológicos y científicos, la capacidad de exportar conocimiento y biotecnología; y las condiciones geográficas para una logística eficiente y descarbonizada. Por último, tenemos recursos renovables para sostener la transición energética y digital. La responsabilidad es generacional: de los líderes que la encabecen y de la sociedad que los acompañe; entendiendo que es necesario dejar atrás un modelo vetusto para evolucionar.
*Javier J. Vázquez es Sociologo, Director General en la Secretaría de Ambiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y coordinador del Observatorio de Desarrollo Sostenible del Lebensohn. Participó en proyectos de Economía Circular, proyectos de energía renovable en varias provincias argentinas.